miércoles, 4 de mayo de 2011

Las bases del desarrollo.


Llegó del norte, en un tren especial con una locomotora muy potente. Por lo visto allí todo está muy evolucionado, lleno de máquinas que hacen todo lo que es necesario que se haga. Mientras, la gente se la pasa bailando canciones de la radio y bebiendo vermut. Eso dijeron en la oficina de correos. Aquí, en la frontera no tenemos vermut.
La trajeron en partes para montar y lo hicieron unos ingenieros que también llegaron del norte, con unos uniformes de nombre bordado en la solapa del bolsillo de la chaqueta. ¡El  progreso, el progreso! chillaba la chiquillería cuando se bajaban uniformados de aquel tren demasiado grande para una estación tan pequeña. Debía ser el progreso, si.
Dijeron que era la mejor oportunidad que tendría la frontera para ponerse a la altura de las ciudades del norte. La verdad es que no teníamos muy claro eso del progreso, pero si consistía en lo del vermut y la radio, sonaba bien. Alguien dijo que había estado en el norte y que allí la gente iba en coche a todas partes. Nosotros no teníamos carreteras para los coches, pero si el progreso lo exigía, ya se diría algo al respecto en las reuniones con el administrador de la frontera. Una máquina del progreso en la frontera tenía futuro, porque había mucha mano de obra nativa para hacer que funcionara. Solo había que echar unos cuantos negros a la caldera en el día y en un par de años, estaríamos a la cabeza del progreso. ¡¡Y sin apenas costo!!

3 comentarios:

  1. Parece mentira que las bases del desarrollo estén en la esclavitud del mundo "subdesarrollado".
    Muy bueno Citizen, me encanta tu narrativa!
    Abrazo!!!

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  2. El primer mundo es que es muy absorbente.

    Gracias Sucede.

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  3. Qué de actualidad es este relato. Todo por el progreso y la prosperidad, por encima de cualquier moralidad. La historia visible que narras está clara, las oras son ese Amancio O. en el ranking de los millonarios y los trabajos de costura con sangre en Asia, las viviendas en España, y sí esos negros que han resultado ser los parados los ancianos de las preferentes y los auténticos negros y sin papeles, que nos los hemos merendado.

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