Siempre pensé que no quedaría nada de nada del lugar que un día dejé atrás. Tras la decisión de todas las comunidades de la comarca de ceder terrenos para que se hiciera el pantano, las aguas habían anegado todo lo que un día fue el paisaje de mi infancia. No quise ver la muerte de mis recuerdos visuales y marché lejos, huyendo de la sensación de traición que al igual que a mí, había invadido a todos los que conocía y a los que sin conocer, sabía que les pesaba. No todos tuvieron la suerte de eludir su parte de pecado y algunos, pagaron más que otros la apuesta por el progreso . Por eso, cuando volví y vi aquel árbol en medio del agua, desafiante, erguido sobre un tronco delgado pero fuerte y apuntando al cielo con la determinación de quien no cederá un palmo de terreno, me sentí más pequeño y mezquino que nunca.
Había un superviviente,el no quiso abandonar su hogar.
ResponderEliminarTiene que ser una sensación horrible.
Salud.
Suele ser que el que menos fuerte parece, más poderoso se mostrará. Gracias Joplin
ResponderEliminarCitizen, ¿te das cuenta que esto que escribes es lo que dicen que es la literatura? Pues eso, de como estamos dejando que los pantanos nos inunden el trabajo, las pensiones, los hijos. Esa sensación que sentimos al ver cómo algún héroe contemporáneo se resiste nos hace sentirnos pequeños por cobardes. En fin, que debemos ser árboles en medio de este desierto que avanza.
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