jueves, 28 de abril de 2011

Lo que la lluvia esconde

Siempre lo he sabido, es una de esas cosas que conoces desde que tienes uso de razón. Es algo espeso, que se alimenta de vibraciones y pensamientos que flotan en el aire. Miro por una ventana y lo veo, transparente pero turbio a su manera y denso, muy denso. Como cuando miras a través de gelatina neutra. La gente camina agazapada bajo los paraguas, y sus rostros parecen derretirse cuando dejo de mirarlos. Si pudiera mirarlos  durante más tiempo, vería que son masas deformes que se mantienen lo justo para pasar desapercibidos.  Empecé a reparar en ello cuando alguien dijo de la lluvia y la tristeza pero no era cierto. No hay tristeza, solo una sensación de vacío porque hay algo en la lluvia que te roba plenitud y lo devora a escondidas. Ni el humo escapa a la fina lluvia de agua del sur o los torrenciales mares que caen del cielo en la costa occidental. Tiende a alimentarse, como todos.


Pocas veces salgo ya cuando está lloviendo. No entiendo a la gente que lo hace solo por el placer de que la lluvia caiga sobre ellos. Cuando salgo, procuro mantenerme a cubierto, porque no quiero que me toque, que me roce, ya es bastante con la humedad que deja en el aire. Pienso que esa humedad es su red, como si fuera un marinero que pesca en aguas tranquilas, incautas, desesperadas al fin y al cabo.  Caminar por la calle mirando al suelo, es lo que más gracia le hace, bajamos la cabeza para no mojarnos ¿?  nos cubrimos con las manos la cabeza. Si ,se ríe mucho de nosotros. Si te fijas bien, puedes ver cómo se ríe en los charcos, solo que cuando llegamos a ellos los pisamos y deformamos la imagen, pero está ahí, mirando como pasamos y agarrándonos los tobillos con sutileza.


Gelatina, siempre pienso en ella cuando miro por la ventana. La gente parece atrapada en el exterior en una gelatina que lo ocupa todo, como en ámbar, pero sin ese toque amarillento. Todo se ralentiza y es porque se les está escapando la vida mientras lo que la lluvia esconde, la mastica despacio pero irremisiblemente. Y eso es lo que más terror (me) causa, porque esperas algo salvaje, irracionalmente violento, pero no es así, es terriblemente continuo y tranquilo, Si pudiéramos escucharlo sería como el sonido que producen los ratones detrás de la pared, un continuo roer sin descanso. Al final no le quedará nada que roer, morirá de inhalación y la lluvia cesará para siempre.

Pero hoy, sigue lloviendo.

6 comentarios:

  1. Me gusta mucho ese final: Pero hoy sigue lloviendo.
    Vengo de una tierra, Asturies, donde el agua está omnipresente en todo.

    Blogsaludos

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  2. Me sobrecoge tu forma de escribir Citizen, esos símiles, esa gelatina que ves por la ventana me ha impactado.
    Y la lluvia... la lluvia es vida!
    Un abrazo!!!

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  3. Coincido con Adivín. El final es impresionante. Ese sigue lloviendo como sigue la vida.
    Saludillos

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  4. Si, Adivín y Puck, la vida sigue, los miedos absurdos también.


    Sucede, me saldrán los colores. Las lentes con las que se ve la vida, son tan pastosas a veces, que es fáicl encontrar símiles para describir lo que se ve.

    Muchas gracias por vuestros comentarios.

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  5. Tienes una curiosa manera de ver (definir)la lluvia. A mi me gusta, no mojarme,si no verla, olerla, oírla... Si la lluvia se ríe de nosotros, se lo debe estar pasando de miedo,vivo en el norte y aquí llueve mucho.
    Me alegro de haber venido por aquí.
    Salud.

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  6. Me gusta mucho. Y me gusta porque a medida que vas leyendo vas viendo. Me he sentido mirando por la ventana y a mi espada una voz narrando. (Este relato en segunda persona debe ser impresionante, creo). Y esa voz no es dramática, es como un susurro, al menos así la he materializado. Vuelvo a leer. Me haces pensar en que puedes tener razón, la lluvia desgasta, como cuando lavas muchas veces una prenda y termina siendo trasparente, de gelatina (jeje). Y la ideas humedad-red, charcos riendo, me gusta.
    Pueden existir otras historias ocultas en esta lluvia, a mí me lleva (sobre todo la parte final), al propio transcurrir de la vida, ese desgaste que no se nota; o a la resistencia del protagonista a ese rutinario vivir que mata y trata de no mojarse aunque no pueda evitarlo; también a cómo la lluvia de insensatez está destruyendo el paisaje, la naturaleza. O qué sé yo.
    En fin, O, que para ser viernes me estás haciendo mojarme. Menos mal que soy un sol (palabras tuyas) y me seco pronto. Pero qué bien escribes muchacha.

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