viernes, 29 de julio de 2011

Por una cuesta empinada.




-¿Qué pasa cuando te mueres?
-¿Qué?
-Que qué pasa cuando te
-¡Tómate la leche y no digas tonterías, que vas a llegar tarde a la escuela!

Bajó la mirada al cuenco tupido de galletas y lo terminó en silencio. Después se levantó, cogió su atillo de libros y salió por la puerta. El camino a la escuela era una cuesta empinada que a él le tocaba bajar para llegar y subir para volver. Cuando se había quejado de lo cansado que era volver de la escuela, su madre le dijo que era lo mejor. De haber estado en sentido contrario, no llegaría nunca a clase. Su madre tenía respuestas para todo menos para la pregunta que le había hecho por la mañana. También tenía pañuelos para la cabeza de todos los colores. De vuelta a casa su padre estaba mirando el periódico.

-¿Ya se ha ido mama a trabajar?
-Si
-¿Qué pasa cuando te mueres?
-No sé, no me he muerto nunca ¿se lo has preguntado a tu madre?
-Claro, fue mi primera opción.
-Ahá.

Su padre siguió leyendo, no tenía respuestas para nada, tampoco pañuelos. Marchó a la calle a jugar. Se bañó y cenó lo que su padre le había puesto en el plato. En silencio, su padre no era de muchas palabras y las que tenía no solían servirle de mucha ayuda. Le dio las buenas noches y se marchó a su habitación.

-¿Ya estás seguro?
-No, nadie me ha respondido.
-Te lo dije, pero te empeñaste. ¿Qué hacemos?
-Nada, llévame, no creo que sea peor que subir la cuesta para solo ver a mi padre leyendo el periódico.

domingo, 24 de julio de 2011

Amaneceres tardíos

 
Hay personas que nacen un segundo después de sus propias vidas y así es que se la pasan intentando llegar a tiempo a su presente. Pero eso es algo casi imposible, porque todas sus mañanas amanecen demasiado tarde y así no hay quien coincida con su devenir. La mayoría de esas personas se resignan a vivir así, pero hay otras que no. Ese era el caso de Violeta San Patricio,  a la que le venía la determinación de la familia de su padre, que eran todos pelirrojos. Y así decidió un día sentarse a la orilla del mar a esperara a su amanecer, para que no le llegara demasiado tarde. Y tanto empeño le puso, que se adelantó y ahora vive en su futuro.
 

domingo, 17 de julio de 2011

Sombras ( El amor)



A mi tío abuelo, que ya nació viejo, le cambiaron la sombra el día que se compró su abrigo de pana.  Fue un visto y no visto, cuando se dio cuenta, tenía la sombra de un niño de 10 años. Mi tía abuela, que nunca había tenido hijos, se puso muy contenta y mantenía toda la casa iluminada para no dejar de ver la pequeña sombra. Era una sombra muy cariñosa, y se la pasaba saltando de un lado para otro siempre junto a mi tío abuelo, que poco a poco, veía como se le iban quitando las arrugas y la próstata ya no le daba la lata. A veces la sombra se acuclillaba y parecía que lloraba y mis tíos abuelos se ponían a saltar y a bailar para animarla, porque al fin y al cabo, era una sombra de niño y lo niños tienen esas cosas. Mi tío abuelo, cada vez era más joven pero mi tía abuela, no tenía sombra de niño que la rejuveneciera el cuerpo aunque la de mi abuelo le rejuveneciera el corazón. Ellos llevaban juntos desde antes de nacer, que se pensaron el uno al otro y por eso se encontraron poco después. Y como temían que los estragos del tiempo los separaran, esperaron a que la sombra de niño se durmiera, le dieron un beso y apagaron todas las luces

para siempre.

viernes, 15 de julio de 2011

Se marchitó

La soledad es algo que se siente una primera y única vez, el resto de las veces que creemos sentirla ya no es lo mismo, porque nuestra mente es  muy lista y se ampara en que al menos, uno se tiene a sí mismo. Pero esa primera vez que nos coge tan de imprevisto, puede llegar a ser demoledora. A mi hermano le pasó el 16 de agosto del 57, a eso de las 5 de la tarde, cuando yo me morí. Desde ese día, como dicen los viejos, no levantó cabeza. Mi madre lo llevó al médico para ver qué solución podían darle, pero el médico le dijo “Señora , su niño se ha marchitado”. Así que en vista de que tenía dos hijos y ahora solo le quedaba medio, puso a mi hermano en la habitación más fresca de la casa, la que daba al patio, para conservar lo poco que le quedaba de descendencia. Le abría al atardecer la ventana para que entrara la brisa y el aroma del Galán de noche. Pero no parecía que mejorara, cada vez tenía más ese color amarillento y crujía como el papel antiguo si se movía. Un día, sin más, se desmoronó en un montón de polvo y la brisa de la noche se lo llevó finalmente en una ráfaga suave.

miércoles, 13 de julio de 2011

Esperanza

Dijeron que construirían un camino que uniría la ciudad con nuestro pueblo. Y así fue como comenzamos a pensar en cómo sería nuestra vida cuando pudiéramos caminar por él hasta que viéramos la gran urbe. Nadie había salido del pueblo nunca, así que la sola idea de poder caminar por un pavimento hasta encontrarse con otras personas que no éramos nosotros resultaba muy sugerente. Algunos se hicieron ropa nueva, otros comentaban para  ver quién los acompañaba cuando llegara el gran momento y sobre todo, sobre todo, hicimos unos bancos que miraban hacia el este, que era donde decían que estaba la ciudad. Queríamos ver cuando a lo lejos, en la colina, aparecieran las primeras personas que construían el camino que llegaba hasta nuestro pueblo. Sabíamos que no era fácil allanar terrenos, esquivar los lagos, construir los puentes hasta que finalmente, tuviéramos nuestro ansiado camino hacia el resto del mundo. Pero cuando 30 años después de que nos sentáramos en los bancos no aparecía nadie, comenzamos a perder la esperanza. Nos levantamos algo defraudados, pero lo peor fue ver que el pueblo había sido comido por la maleza y el polvo y ya no teníamos ningún sitio a dónde volver.

domingo, 3 de julio de 2011

Entre barrotes


Se dejó construir una cárcel por amor. Una de esas cuyos barrotes se cierran sobre ti como un candado, asfixiándote la vida. Con el tiempo, aprendió a buscar la manera de no encontrar la salida, a celebrar los cumpleaños de sus huesos rotos, a esconder la ansiedad de la ausencia y de la presencia. Un día, los barrotes amenazaron con apretar demasiado, y  defendió lo poco que quedaba de su alma. Ya no podía con el tóxico que se vertía sobre sus sueños y esperanzas y robó la vida de quien había sentenciado la suya. El juzgado de instrucción nº 2  lo vio claro: Había matado a su mujer, violencia de género. Esta vez no se  defendió, estaba acostumbrado a  vivir entre barrotes


(Tampoco hubo suerte aquí. Creo que voy a dejar esto de los concursos, que luego me da mucha ansiedad esperando que terminen para poder colgar los relatos)