-¿Qué pasa cuando te mueres?
-¿Qué?
-Que qué pasa cuando te
-¡Tómate la leche y no digas tonterías, que vas a llegar tarde a la escuela!
Bajó la mirada al cuenco tupido de galletas y lo terminó en silencio. Después se levantó, cogió su atillo de libros y salió por la puerta. El camino a la escuela era una cuesta empinada que a él le tocaba bajar para llegar y subir para volver. Cuando se había quejado de lo cansado que era volver de la escuela, su madre le dijo que era lo mejor. De haber estado en sentido contrario, no llegaría nunca a clase. Su madre tenía respuestas para todo menos para la pregunta que le había hecho por la mañana. También tenía pañuelos para la cabeza de todos los colores. De vuelta a casa su padre estaba mirando el periódico.
-¿Ya se ha ido mama a trabajar?
-Si
-¿Qué pasa cuando te mueres?
-No sé, no me he muerto nunca ¿se lo has preguntado a tu madre?
-Claro, fue mi primera opción.
-Ahá.
Su padre siguió leyendo, no tenía respuestas para nada, tampoco pañuelos. Marchó a la calle a jugar. Se bañó y cenó lo que su padre le había puesto en el plato. En silencio, su padre no era de muchas palabras y las que tenía no solían servirle de mucha ayuda. Le dio las buenas noches y se marchó a su habitación.
-¿Ya estás seguro?
-No, nadie me ha respondido.
-Te lo dije, pero te empeñaste. ¿Qué hacemos?
-Nada, llévame, no creo que sea peor que subir la cuesta para solo ver a mi padre leyendo el periódico.