lunes, 31 de octubre de 2011

Sombras. (El tiempo)


 Fotografía de Patricia Guijarro

Me paré a contemplar un instante las estrellas y el tiempo siguió adelante sin mí. Ahora vivo  en un mundo desgastado, viejo, sombra de otro que brilla y luce más adelante. No recuerdo por qué no apreté el paso para alcanzarlo, pero creo que no hubiera servido de mucho, o quizá no me importó quedarme atrás mirando las cosas pequeñas. A veces, las personas del mundo más adelantado me hablan, pero no consigo entender lo que me dicen. Las palabras llegan lentas, pesadas y se quedan flotando en el aire aún cuando sus dueños han marchado hace tiempo. Tropiezan entre ellas, o forman hilos como el azul de metileno en el agua trasformándose en simples adornos sin sentido. En este mundo de rezagados, donde hay otros que como yo  se percatan de los detalles de las cosas, el tiempo nos ha dado la espalda por no seguir su ritmo. No quiero el mundo que brilla por delante de mí, prefiero las sombras que proyecta porque en ellas, no puede cegarme el sol.

jueves, 27 de octubre de 2011

El encuentro




Ellos avanzaban como un solo hombre, uniformados y con las armas dispuestas a ser protagonistas del momento. Rostros inquietos, demasiado inmaduros para estar en esa situación. Ella lo hacía en el sentido contrario, esperando el encuentro que ya había sido escrito mucho tiempo antes. Vestida de blanco levantó la mano y al cruzarse, fue dejando una señal invisible en muchas de las frentes.

lunes, 24 de octubre de 2011

La relatividad del tiempo.

No se puede pensar cuando dentro de tu cabeza solo hay polvo de galletas. Un tarro completo sobre los hombros, intentando no quebrarse mientras me subo con extrema inconsciencia a la mesa coja de la cocina. Muy arriba, allí es donde está el trozo de chocolate y donde tienen que estar las cosas que saben a gloria, cerca del cielo. Con los dedos de puntillas, siento las nubes que se arremolinan en mis rodillas peladas y adornadas con los últimos granos de arena incrustada. Más alto aun, parece que se alejara mientras sobre los dedos de un solo pie efectúo la posición de ballet más extraña del mundo. Y así, con una talla deformada por el estiramiento, consigo alcanzar la punta del papel que lo envuelve. Sin embargo el mundo sigue rodando. Mientras toda mi atención me tira del pelo hacia arriba, las nubes se asustan, abandonan las corvas de mis piernas y la fuerza del mundo me arrastra hacia abajo sin perdón. Pero tardo mucho en caer. Las cosas malas pasan despacio y  yo aprovecho para saborear un trozo del chocolate antes que se me quiebre el tarro de galletas contra el suelo.