La enfermera levantó la vista de la carpeta, por encima de unas gafas que se sostenían con determinación en la punta de la nariz. Fueron unos tres o cuatro segundos de silencio incómodo que terminaron con un carraspeo intencional de otra enfermera que me indicó que la siguiera. Mientras me alejaba de la recepción del hospital, aun sentía las garras de unos ojos que se mantenían presos tras cristales de 4 dioptrías , pero que amenazaban por encima de la montura con una serie de preguntas cuyas respuestas, no le incumbían a nadie.
Aquel lugar era tal y como podría imaginarme que sería. Frío, distante, aun más impersonal con los cuadros de paisajes diáfanos en las pareces de color verde manzana. Olía a algo que siempre relaciono con la desinfección extrema, algo que debería llevar en la etiqueta: “Eliminamos hasta las buenas intenciones” y que nunca me da la sensación de librarnos de todo mal. Solo oía los pasos de mis zapatos, los de la enfermera sabían cómo esconderse en ese ambiente estéril, y se me encogió el corazón de pesar que aún se mantendrían suspendidos unos segundos a una frecuencia inaudible . No me gustaría ser ese sonido y permanecer abandonado ni por un instante en ese pasillo. Sacudí la cabeza para alejar pensamientos absurdos.
En el final del pasillo, un salón vacío, con ventanales altos y estrechos que mostraban un mundo en el que el tiempo no se había detenido. Tan vacío me pareció, que no me di cuenta de que había encontrado lo que buscaba.
-Está ahí, en el rincón. No habla, pero eso no quiere decir que no lo haga usted. Nos gusta pensar que nos escucha.
Fue como si apareciera en ese instante.
De la enfermera alcancé a ver la espalda cuando se marchaba, de Rubén, esperé a que la memoria me diera alguna pista de quién fue. Mis pasos sonaron más insolentes en aquel lugar, parecía que se despegaran del suelo y se dedicaran a chocar estrepitosamente entre las paredes mientras me acercaba. Me sentía culpable, necesitaba discreción. Cogí una silla y me senté en frente.
Rubén miraba por la ventana pero no me pareció que estuviera viendo nada. Comprendí lo que significaba la expresión ojos vacíos en ese mismo instante. No había nada allí, ni recuerdos, ni deseos, ni miedos, ni alegrías. Solo las pupilas marrones fijas en el cristal. Alguien se lo llevó y nos dejó una carcasa decadente, que presumía de más años de los que en realidad cumpliría el 21 de marzo.
-Rubén.
Y el silencio contestó por él y me sonó a reproche por la larga ausencia.
Mutismo, no dije más, si él no podía estar en mi mundo yo iría al suyo, hasta que la enfermera me sorprendió por la espalda con un “El horario de visitas ha finalizado”. Asentí, me levanté y la seguí sin mirar atrás. Era difícil moverse en ese mundo en el que yo solo era un invitado ocasional.
-¿Nunca habla?
-No. No necesita hacerlo en donde está. ¿Volver de cuando en cuando? Si, ha pasado, pero es muy cruel despertar por solo unos segundos y ver en lo que te has convertido. La lucidez periódica es la muerte en vida.
En ese momento desee que mi visita no le hubiera despertado ningún recuerdo.
Sabes que te están hablando. He sufrido un derrame cerebral y alguna gente no era consciente de que yo los entendía. Eso es lo más cruel.
ResponderEliminarBlogsaludos
Muy duro Citizen! me recordó un poco a despertares...
ResponderEliminarUn abrazo!
Y Adivín, al menos estás bien ahora, no? Y nosotros nos alegramos de que estés! Olvida los dolores, sólo duelen.
Y la mayor impotencia Adivín, porque a diferencia de Rubén, tu no estabas del todo desconectado. Me alegra de que el ACV no te haya impedido estar aquí y que te podamos leer ahora. Tenemos suerte de tenerte.
ResponderEliminarSucede, duro sobre todo ver la mirada cuando ese momento de lucidez aparece, porque es repetino, sin avisar. Se te parte el corazón.
Gracias a los dos.
El primer párrafo muestra una agresividad por parte de las enfermeras, quizás echando en cara que sea la primera visita después de tanto tiempo Rubén desconectado. El segundo la agresividad viene por los cuadros y el olor. Me gusta esa etiqueta. Impresiona ese temor de que el sonido de los zapatos permanezca abandonado. Aún no sabemos de qué va sin embargo ya se ha creado una atmosfera anticipa lo que allí se cuece: Sin sonidos, sin paisajes, con olores que elimina las buenas intenciones. Creo que aquí reside la fuerza del relato, en esta ambientación que culmina con el vacío. Luego busca en la memoria pista para saber quien fue, esto me hace pensar en un hijo alejado del padre, o una mujer de su marido tratando de buscar algo que algún día los unió. Esos pasos rebotando en las paredes, ecos que no se pegan a ningún sitio.
ResponderEliminarImagino el mutismo, ese trasladarse a su mundo. El final con sentencia, como cierre es un acierto.
En fin, Citi, impresiona este relato y esos mundos paralelos sin explorar. Relato fuerte y muy bien tratado. Venga
Gracias Ximens. Es un tema que me toca de bastante cerca como supongo sabes. No me es difícil ponerme en cualquiera de los personajes que aparecen, y si, creo que lo más importante de todo es ese ambiente de vacío, de lugar que traga sonidos, de lejanía y cercanía ficticia.
ResponderEliminarMucha gracias por seguir ahí Ximens, eres un sol.