Las mentiras que nunca te dije, las guardé en un tarro de galletas con sabor a canela. Todo lo demás salió un día en tu busca, encabezados por la certeza de que nunca podrías volver. Después de todos estos años astillados, repletos de polvo marchito, nada de lo que marchó ha vuelto. Y ahora duermo en esta oscura soledad, junto a un suave aroma de canela, que se enrosca a los pies de mi cama cuando me cree dormida.
(No hubo suerte en NMVCH. Pero al fin ha terminado, que tenía unas ganas locas de que viera la luz y se alargó demasiado.)
Amiga, esto es muy bueno!!!
ResponderEliminarMira, has conseguido jugar con la prosa poética como si la hubieras inventado tú, me encanta la fuerza de ese tarro de galletas y del olor a canela.
Se ha alargado, pero al fin podemos disfrutarlo el resto de los humanos!!
Abrazos!!!
Me gusta mucho, sobre todo la primera frase. Tiene mucha fuerza
ResponderEliminarSaludillos
Siempre he pensado que deberíamos poder guardar pensamientos para usarlos siempre. Abrir un tarro a todas luces vacío, y saber que cuando en su día lo cerramos tuvimos algún pensamiento que nos gustaría recordar, es una imagen que tengo presente. Varios frascos que solo nosotros sabemos que guardan una despedida, un primer amor, una palabra de aliento... y agregarles un aroma. Siempre he pensado que las mentiras huelen a canela...cosas del subconsciente. Gracias a los dos. Ya sabéis abrid el frasco para las mentiras que nunca dijimos por alguna razón, cuando queráis recordarlas.
ResponderEliminaryo tambien guardo las mentiras aunque las verdades no me lleven al sitio donde quiero estar....bonita tú.
ResponderEliminarLa mentira se envuelve dulce en el capirote del periódico,dejando masticar las medias tintas.
ResponderEliminarBlogsaludos
Que agudo y genial esto que has escrito.
ResponderEliminarCada vez disfruto más con estas palabras que de mucho me sirven a mí.
Las mías huelen a vainilla, qué cosas!
Un abrazo
Lou, tendremos que averiguar cómo usar tdas las cosas que tenemos para llegar a donde queremos. Me apunto a eso.
ResponderEliminarAdivín hay mentiras que siempre nos sabrán dulces, sobre todo porque necesitamos que tengan ese sabor.
Imilce, a vainilla huelen mis recuerdos del primer día del colegio. Es un olor genial!
Gracias a los tres.